miércoles, 6 de abril de 2011

Esa gente de mi corazón… (apuntes sobre "Bookstore")

Realmente te pasaste de gafo, de estúpido, de idiota, de imbécil.


Siempre buscando la mujer de tus sueños en las discotecas, en las fiestas del Jockey, en una noche de playa pimenteleña al ritmo de un baile electrónico, o qué sé yo, en cualquier sitio menos en una bendita librería, y más aún: menos en Bookstore.


A la distancia, puedo asegurar que mientras estuvieron sus puertas abiertas, muchas mujeres hermosas como inteligentes -y de buen corazón- se aparecieron por allí.


Así de babosaso eres, tú que tanto éxito tienes en otras cosas (y ni tanto en demasiados casos), pero que en asuntos del amor, o sea de mujeres, o sea el más relevante, eres un bueno para nada.


Tú que teniendo “las posibilidades” no buscas revistas culturales o científicas…


Chiclayano más que promedio: hablas sin poder hacerte entender, entre jergas y monsergas; un burro pedante gustoso de vestir atuendos aparentemente caros, en realidad buenas imitaciones en la mayoría de las circunstancias.


Tú, en sí, como ciudadano, acabas de cometer el superior de los desacatos, el monolito de los errores.


El “Real Plaza” no únicamente es el Centro Comercial más importante del departamento, es el hermoso cisne del lago –así sea un cisne negro-, lugar por donde caen al final de los finales todos, sean de los estratos que sean, del grado cultural inclusive, de los gustos y colores, ahí circula gente en cantidad y por mil motivos diversos, y justo ahí se ubicaba una pequeña librería, Bookstore, que a pesar de los pesares –pues antes contaba con dos locales en Cix- servía de ansiolítico para esos que buscan salir de la realidad sin hongos o alguna pepa, o fumándose un pito o bebiendo copas demás, sino tendiéndose en un sillón o sobre su cama a leer un “buen libro”, y así también para gente normal, que se supone necesita ciertas dosis de lectura al día.


Aclaro que en Bookstore no todos los libros eran de genios de la palabra, sin embargo la gran mayoría sí, antes que nada “buenos libros”: pura literatura. Sirviendo muchos de los restantes de complemento ideal, pues eran o bien libros de entrevistas, o de fotografía, o de pintura, ¡de arte en general!, o diccionarios de diverso pelaje, además había revistas, diarios y periódicos. Así era Bookstore, una librería del tamaño de cualquier patio, y al mismo tiempo embajada de la cultura y la civilización.


Con todo y eso Cix ya es de remate “ciudad de fenicios”, como siempre se la tildó. Nada nuevo, sólo paso resaltador. Los más de sus ciudadanos aparte de ser hábiles para comerciar o negociar, aparte de ser alegres y sueltos de boca, muy al margen de su frescura y pachotadas, por lo común sacan el máximo provecho a cuanto asunto económico se les presente, su afán de obtener más sin importar nada los demás es su lunar, la marca natural que todos llevan en el cuello.


Y no sólo eso, me atrevería a decir que el chiclayano de corazón es además un filisteo… un ser de espíritu vulgar. Al margen de tener título universitario hasta el subnormal de la familia (9 universidades nada más y nada menos), en general cualquiera, desde un reconocido médico hasta el mejor ingeniero -ni hablemos de abogados- son seres de escasos conocimientos con médula, y más aún, con poquísima sensibilidad artística en general; desde las olas de la poesía hasta las cataratas de la música, en ninguna de sus modalidades se moja de cuerpo entero un chiclayano neto, a lo sumo de muchacho cuando sufrió las primeras entelequias y desilusiones, quizá entonces salió a embarrarse con la tormenta del poder las palabras; pero a pesar de haberse sensibilizado tanto dejó atrás tales exquisiteces, y apuesto uno de mis gemelos: por sus “efectos adversos”.


Una vez más chiclayano te deshonras a ti mismo, la cuidad crece como una explosión y no obstante cada vez hay un menor número de librerías, peor que peor ya sin la primus inter pares: la primera entre sus iguales, Bookstore.


Y no me vengas con que eran muy caros los libros, al final de cuentas no olvides que tuviste el dinero suficiente para desperdiciarlo en cualquier cosa salvo adquiriendo alguno; ni aunque sea compraste un par a plazos con tu VISA, una Junta o algo por el estilo.


El fondo es que, como te decía, mientras estuvieron sus puertas abiertas, muchas mujeres hermosas como inteligentes y de buen corazón se aparecieron por allí.


No te lo podrías imaginar imbécil.


Se veían tan tiernas leyendo las sinopsis... Je, je, je.


¡Ay gafaso…!


¡Cuánto has perdido ahora que ya no está Bookstore!


Continuarás igual, siendo el mismo perdedor de antaño, sin un libro al menos del cual puedas hablar en la vida, sin un alucinante cuento anclado en tu memoria, sin siquiera un punto aparte de tu vana existencia, algo especial que decir a un niño cuando menos, pero nada perdedor, nada para el que no quiere aprender a pensar por sí mismo [1] .




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[1] Repensando en cómo impactar más a mis lectores opté por escribir con estas particularidades, sabía que al final se me perdonaría si lograba causar mella, pues en términos generales tales excesos como dirigirme a los varones de Lambayeque solamente, o ese matiz sobre aquel pensar acerca de las mujeres, son inaceptables. Por supuesto que me dirijo además a las mujeres, por supuesto mi intención no es únicamente insultar. Desde luego,… (etcétera).